El Consejo Nacional de educación decidió suspender la versión 2022 del examen estandarizado que se aplica en los colegios y escuelas, con lo que este sería el tercer año sin que se aplique. Especialistas cuestionan el aporte que tendrían los resultados del test para tomar medidas y mejorar la gestión de la educación en Chile.
Un cambio de paradigma es el que está viviendo el sistema de evaluación de calidad de la educación escolar, luego de una nueva suspensión del Simce. Si bien en 2020 y 2021 no se aplicó por razones logísticas y prácticas ante la pandemia, la cancelación de la versión 2022 obedece a lineamientos que van más allá.
Para justificar la solicitud de suspender el Simce, formulada al Consejo Nacional de Educación, en un primer momento el ministro de Educación arguyó temas de continuidad estadística y comparabilidad del examen, al no desarrollarse durante los últimos 2 años.
Pero, en su exposición ante la comisión de Educación de la Cámara de Diputadas y Diputados, fue más explícito. Cuestionó que el Simce mida, en mayor medida, solo dos asignaturas: Lenguaje y Matemática, dejando un 30% a otros ámbitos. “No se puede seguir pensando en un sistema de aseguramiento de la calidad que no mire integralmente”, argumentó.
Otro de los argumentos que esgrimió se relaciona con evitar que las mediciones estandarizadas para evaluar la calidad finalicen en un castigo para las escuelas, algo con lo que concuerda el Colegio de Profesores. El presidente del gremio, Carlos Díaz, aprobó la suspensión e incluso la eliminación permanente del Simce, de manera de “avanzar hacia un sistema que oriente y que genere condiciones”, que “mida, pero no tenga consecuencias”.
La voz de los expertos
Para Carolina Albornoz, Directora Ejecutiva de Fundación Caserta, lo planteado por el ministro de Educación es una oportunidad de debate transversal para poder acercarse a las dimensiones emocional, espiritual e interpersonal, postergadas en el modelo educativo actual, pero que en el contexto postpandemia han cobrado relevancia.
“Terminar con las pruebas Simce es un paso determinante para avanzar hacia un modelo educativo del siglo XXI, desde una mirada global, sostenible y pertinente a las necesidades actuales”, sostiene.
Yazna Cisternas y José Miguel Olave, profesores de Pedagogía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, concuerdan con replantearse, tomar un tiempo y dialogar sobre un nuevo sistema de medición de la calidad educativa con los distintos actores.
En una columna de opinión ambos se manifiestan críticos frente al Simce y las pruebas censales que solo miden algunos aprendizajes relevantes, ya que los datos que se recogen son parciales. “Sobre esta reducción de la complejidad educativa, se ha pensado que se puede dar cuenta de la calidad de la educación de nuestro país”, dicen.
Por ello, proponen un diálogo con tres dimensiones. Una distributiva, que tiene que ver con entregar condiciones básicas a las escuelas para su funcionamiento, tanto desde la perspectiva de la infraestructura como del equipo humano; otra de participación, que involucre a todos los actores relacionados a la educación para construir un sistema que reemplace al Simce; y, en tercer lugar, una ligada al reconocimiento a la diversidad de proyectos educativos que responden a las características de cada territorio, promoviendo identidad y desarrollo local.
En la misma línea, los académicos Alejandra Falabella y Felipe Acuña, expertos que han desarrollado sus respectivas carreras vinculados a la investigación y al desarrollo de postgrados en el ámbito de la educación, también coinciden con dejar atrás la lógica del Simce y generar un nuevo tipo de evaluación que se haga cargo de la complejidad del sistema educativo, que “promueva la formación integral, el desarrollo profesional docente y un sistema de supervisión y evaluación de los sostenedores, directivos y docentes”. Se trata de “un nuevo paradigma evaluativo”, concluyen.